ATARDECER


"Verdaderamente, la imagen que proyectamos en nuestra mente de un paisaje o una ciudad es totalmente subjetiva. Influye enormemente nuestra predisposición, a la que desgraciadamente contribuye el marketing dominante...."









domingo, 16 de enero de 2011

Extracto de Juventud sin Valores

 EL VIAJE A VALENCIA



Fran miró por el retrovisor y se encontró tratando de encontrar aquel mar que habían abandonado en Cádiz. La mente no entiende del orden cronológico y le había trasladado a sus aventuras del verano en el pueblito de Conil. Seguía el viaje escapista tratando de huir de la realidad.

En este momento de su vida, tras haberlo intentado en 2 ocasiones, había renunciado a abandonar a su no-novia. Cuando salía de su casa para comunicar tal decisión lo tenía claro, pero cuando llegaba a la casa de ella, empezaba a desgranar despacio uno a uno sus argumentos, que se iban difuminando y al final quedaba envuelto en el sofá en una nube que le dejaba agotado y notaba cómo se le nublaba la visión al mismo ritmo que desaparecía su fuerza de voluntad.  

Sin embargo, cuando volvía a su casa, después de pasar la noche con ella, recuperaba la claridad y sentía limpio en su corazón el amor por su deseada Amparo. Reorganizó su vida e interiormente era un hombre equilibrado, con un objetivo, y había conseguido escapar de la culpabilidad que le proporcionaban sus encuentros nocturnos con chicas malas, entendiendo que era sincero y no engañaba a nadie. Desde un par de semanas atrás había dejado de leer El Tao para volver a convertir Diario de un seductor, del maestro Kierkegaard, en su libro de cabecera.

El grupo de amigos era más heterogéneo que de costumbre, se había producido una extraña mezcla de ambientes: Fran, Ricardo, Ramón y Dani con destino Valencia. Cada uno tenía un  motivo distinto para viajar allí. Fran y Ricardo, como de costumbre, partieron en coche desde Madrid. Esta vez utilizaron el coupé de Ricardo, quizás pensando éste  que sería de los últimos viajes que haría con su querido vehículo antes de venderlo. En el trayecto cantaron alegres canciones y entablaron discusiones infantiles como en los viejos tiempos.


Los dos amigos comenzaron la charla habitual de repaso a sus compañeros de aventuras:
-     Hay que ver, Albert, ya no se le ve, desde que se echó novia…

-        Ya se veía venir, contestó Fran, con ese tono mixto entre el desinterés y hastío vital que le era tan característico.
-        Se casará en algún vulgar juzgado de provincias, tendrá 2 hijos y se abonará al Canal Satélite Digital para sobrellevar los domingos.

Continuaron comentando la inauguración de un nuevo gimnasio Castellana Sports, si bien en este punto discutían abiertamente, ya que la idea de Fran sobre los gimnasios era bastante más masculina que la de su amigo, que los entendía como una clase de club social y los ordenaba en función de la calidad del spa o del número y variedad de menús vegetarianos de la cafetería.

Estaba claro que, al igual que no tenía fuerzas suficientes para dejar a su no-novia, también le resultaría difícil perder el grado de intimidad que disfrutaba en sus conversaciones con Ricardo. En cualquier caso tenía claro que aquel viaje era un salto en el vacío y que, al igual que había abandonado a varias mujeres y había conservado a los amigos, el tiempo de las risas y las confortables conversaciones superficiales con Ricardo estaba a punto de terminar. Su única esperanza era conquistar a Amparo, con lo cual alcanzaría otro tipo de personalidad social, la de cuñado. 

 ¿Qué ropa te has traído?

A Ricardo le encantaban ese tipo de conversaciones y cambió su gesto serio a un rostro despierto y atento.

-        Me he comprado 3 camisetas con botoncitos de Zara y unos pantalones de lino en H&M. ¿Y tú?

-        Ayer fui al outlet de Las Rozas.
-        ¡Qué cabrón! ¿Por qué no me llamaste?
-        No sé, creía que estarías con tu…..amiga..
-        Joder, no me queda casi gasolina. Vamos a parar aquí.
-        Vale…
-        Me llena, por favor..
Ricardo echó gasolina mientras Fran se quedó dentro del coche, esperando.
Entró a la tienda para pagar con tarjeta.

-        Me cobra la cola light y la gasolina.
-        Sí, claro..
-        Disculpe, me ha rechazado la tarjeta.         





  

        

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