A las 5 de la tarde empiezo a
recibir pacientes. En realidad, mi horario oficial en esta gran clínica es de 4
a 7, pero tenemos un seudoacuerdo oficioso por el que de 4 a 5 sólo revisamos
los expedientes de los pacientes del día. Algunos de mis colegas utilizan ese
tiempo para tomar café, ligar con las enfermeras, o quejarse de los atascos de
la M-30. Yo dedico esa hora a leer mi último libro de bolsillo que escondo
hábilmente debajo de la carpeta corporativa.
En realidad leía hasta que
irrumpieron los smarthphones, que ni son phones ni smarts, ya que, al menos en
mi caso, únicamente sirven para alimentar mi úlcera al comprobar los números
rojos de mi cuenta. Mis pacientes piensan que un cirujano del área de
traumatología debe estar forrado, pero lo cierto es que la nómina de seis mil
euros sólo me llega al día veintidós de cada mes.
Estamos a día 20 y una vez más,
me quedan apenas 300 euros en la cuenta. Eso es lo que acostumbro a gastar en
la cena del viernes y en las copas. Hoy parece que tengo 4 pacientes, no,
cinco, hay una urgencia. Si supero el objetivo de intervenciones quirúrgicas,
tengo un bonus de 5.000 euros, no es mucho, pero me permitirá aguantar un mes
sin llamar al Banco para vender algunas de las acciones de papá.
Cuando trabajaba en el hospital
de Ceuta era más feliz, al menos recomendaba las operaciones que consideraba
realmente necesarias, los compañeros eran más auténticos, en los restaurantes
se cocinaba comida de verdad, no rellenaba cien formularios inútiles. Sin
embargo, en el imaginario de mis padres, Ceuta es sólo un pueblo de África,
vienen moritos de El príncipe y no estás en la clínica Q.
Vuelvo a mi despacho de Madrid, a
ver si puedo sacar alguna operación, hay una señora de 45 años, trae una
resonancia magnética, es vieja para hacerle una artroscopia de menisco y, en
realidad, transcurridos 2 años, no creo que experimente mayores beneficios que
los derivados de la terapia alternativa (fisioterapia), pero ella se cree que
todavía es joven, va al club de paddle, se pinta como una concejala pepera de
provincias, es curioso, todas llevan las mismas mechas rubias. Es funcionaria,
póliza de MUFACE, vale menos puntos, pero aún así, llego al objetivo. Tendré
que fruncir el ceño, tensar el gesto, mirar primero hacia abajo, fingiendo
escrutar el informe, un folio estándar con apenas diez líneas, para luego
pronunciar la frase con voz tensa:
“Para este tipo de patologías,
recomendamos la cirugía”. El plural mayestático es tradición en nuestro gremio,
y es cierto: nosotros recomendamos la cirugía, ¿Quiénes somos nosotros? Los
accionistas de la clínica, los médicos, los cirujanos, el director que me
concedió la hipoteca del ático de Marbella.
Cada vez detesto más a estas
administrativas con ínfulas, esto era una clínica privada, pero desde el año 95
han ido aumentando las contrataciones de personal de marketing y administración
en detrimento de médicos y cirujanos. Lo peor es que, sin ellos, no
incrementarían los beneficios. Añoro los años 90, pero aún más los 70 y 60 y
eso que no los he vivido, en que venían pacientes privados, o a lo sumo,
jueces, catedráticos, no las marujas éstas que trabajaban en el INEM, o en
Hacienda, o en el juzgado y pasean por el pueblo pavoneándose de que los
vecinos las confundan con inspectoras o secretarias de juzgado.
Antes un médico ganaba unos 5
millones de pesetas, un cirujano 8 y el oficial de administración 2. No hace
falta que explique que soy cirujano y como tal, llamo médico a los médicos de
medicina familiar, es decir, a los vagos que estudiaron conmigo y no fueron
capaces ni de aprobar el MIR.
Desde el año 95, las cosas han
cambiado, la plantilla de esta clínica ha pasado de 30 médicos, 20 cirujanos y
5 personas de administración a 40 médicos, 30 cirujanos y 30 personas de
administración. Lo peor es que la clínica gana más dinero y la media es de
20.000 euros para los médicos, 40.000 para los cirujanos y…el otro día
publicaron que nuestro gerente gana 150.000 más beneficios, los directores de
planta 120.000 y los técnicos 80.000.
Es deprimente pensar que cada vez
tenemos menos peso en la clínica, nadie nos consulta nada, no he visto al
gerente en 5 años, ni tan siquiera al director de planta. Lo cierto es que los
desprecio, me parecen parásitos que se lucran con mi trabajo.
¿Hago pasar a Marisa?
Eh, eh, 5 minutos, estoy
repasando un expediente… estas chicas, las auxiliares de planta hacen turnos de
12 horas de lunes a sábado..
¿Marisa? ¿Ah, la administrativa “bajitasiemprecontacones”
que juega al paddle?
Ésta es la mía, rostro
compungido, le suelto el papel encima de la mesa para que firme y ya tengo
cubiertos los objetivos. Le contaré que el deporte es muy importante y que
perdería mucha estabilidad con el menisco dañado. Terapia: Menistectomía.